miércoles, 6 de enero de 2010

Día de los Presidentes de la República (es lo que tiene no ser ni monárquica ni creyente)

Hoy hemos pasado el día en casa de mi suegro. No ha estado mal, a la altura de una tarde en el dentista o aquella vez que me operaron los ojos con láser... Básicamente, mis visitas a mi suegro consisten en morderme la lengua para no decirles ni a él ni a mi cuñado lo que pienso, sonreir y aburrirme como una ostra, porque encima no dejan ni respirar a Nini (mi hija mayor), así que ni siquiera puedo disfrutar de ella...

Por no ir bien, ni siquiera me ha gustado el Roscón. Y eso que a mí me gusta todo lo dulce, con la única excepción del mazapán. Sé que lo tradicional es que el roscón esté relleno de mazapán, pero mi plan para este día era pasarlo con mi mejor amiga y su pareja, que trajeran un buen roscón (de nata) y que lo pagara al que le hubiera tocado "la faba". Pero había que igualar el marcador ("hemos comido tres veces con tu familia y sólo una con la mía").

Mis padres siempre prefirieron darnos los juguetes en Navidad (con buen criterio, así podíamos jugar todas las fiestas con ellos), y además mi padre es un ateo convencido (con siete años se cambió de pasillo para no recibir la hostia en su 1ª Comunión), así que nunca celebramos Reyes. Ahora tengo intención de hacer lo mismo con las niñas, aunque sí me gustaría comer el roscón. Este año aún no se enteran, pero empieza a ser hora de decidir qué tradiciones queremos establecer.

Por otro lado me asalta una duda: ¿realmente quiero mentirles con todo lo de Papá Noel y compañía? Mi hermano se encargó de la famosa revelación "los-Reyes-son-los-padres" cuando yo tenía tres años, así que mis padres no tuvieron que mantener el engaño. De hecho, mis padres cuentan que un día me acerqué a ellos y les dije "vosotros siempre decís que no tengo que decir mentiras, pero vosotros mentís con lo de Papá Noel porque sois vosotros los que compráis los juguetes (¡qué articulada que sueno para tener tres años!)".

¿Qué hacer? ¿Mantener la magia de la Navidad que los adultos perdimos hace tanto para disfrutarla con ellos, o enseñarles en la sinceridad (aunque apreciando la magia que tienen tantas cosas como que consigamos ver la luz que emiten las estrellas a pesar de estar tan lejos, cómo de las pequeñas flores blancas del cerezo acaba saliendo una fruta tan rica o dos células haploides acaban convirtiéndose en dos personitas sobre las que gira mi existencia)?

Creo que la cursilería general del último párrafo ha quedado compensada con el detalle técnico de las células haploides (¡lo que aprende una en genética!), ¿no?

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